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{ENTREVISTAS}

'Es maravilloso cuando los personajes que has creado se rebelan y cambian el final que tenías previsto para la novela'

Carla Montero es escritora y ha publicado 'El jardín de las mujeres Verelli', su quinta novela

Carla Montero (Madrid, 1973) es escritora y ha publicado su quinta novela ‘El jardín de las mujeres Verelli’, inspirada en la historia real de una familia genovesa que emigró a España a principios del siglo XX para abrir una tienda de productos italianos, que aún existe hoy en día. Montero juega entre el pasado y la época actual para narrar una historia de mujeres fuertes. Tras el éxito de ‘Una dama en juego’ -ganadora del premio Círculo de Lectores-, ‘La tabla esmeralda’ -éxito de ventas-, ‘La piel dorada’, y ‘El invierno en tu rostro’, ‘El jardín de las mujeres Verelli’ es una novela de búsqueda, en la que Gianna, la protagonista, tras recibir una noticia, se encuentra sola y desorientada. Cuando todo se desmorona, Gianna encuentra en la historia de su bisabuela la inspiración para volver a empezar, y decide emprender un viaje a Italia en busca de sus raíces.

‘El jardín de las mujeres Verelli’ mantiene el trasfondo histórico que ya es seña de identidad de las novelas de Carla Montero. Añade en esta ocasión la gastronomía como elemento esencial de la historia. Asegura Carla ser muy caótica a la hora de escribir. “No tengo método, ni rutina”. Apunta que la literatura llegó a su vida “después de muchas cosas, después de una carrera, después de una familia, escribir ha tenido que ir abriéndose hueco poco a poco. Al final he conseguido introducir la literatura en mi día a día. A veces me ponen un libro de mates encima y me preguntan: ¿mamá cómo se resuelve este problema?, y pasas de la primera guerra mundial a las matemáticas”. Carla Montero se reconoce lectora tardía. “Me enganché desde adolescente. Mis abuelos me pasaban libros. Mi abuelo me dejó ‘Rebeca’ y recuerdo que sentí que quería escribir algo así”. /Javi Muro

 

SPOONFUL.- ¿Qué historia nos encontramos al abrir las páginas de ‘El jardín de las mujeres Verelli’

Una historia cotidiana, una historia en la que los lectores se sienten implicados con los personajes. Arranca con la historia de Gianna, una chica de hoy en día que vive en Barcelona, es arquitecta y está totalmente dedicada a su carrera profesional. Se ha criado con su abuela, no ha conocido a su madre, y por una serie de circunstancias todos sus esquemas vitales se derrumban. Mientras recorre la casa de su abuela fallecida encuentra un diario y comienza a hurgar en su historia familiar. En la búsqueda que realiza de sus raíces emprende un viaje a Italia; en viaje que no es sólo físico sino también espiritual porque de alguna manera busca ese rumbo que parece haber perdido. A través de ese viaje la historia conecta con la bisabuela de Gianna, que el lector la va conociendo desde que nace en un pueblecito de los Alpes, al norte de Italia, en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Vemos como la guerra, que la gente del pueblo ni quería, ni compartía, termina trastocando sus vidas, y lleva a las personas a emigrar a un país desconocido.

 

S.- ¿Cómo surge la chispa que desencadena la historia que cuenta ‘El jardín de las mujeres Verelli’?

Surge de una historia que me cuenta mi agente. Atravesaba un momento en el que después de publicar mi novela anterior, la cuarta, siguiendo un ritmo de publicación bastante intenso, cada dos años una nueva novela, me sentía un poco saturada. Sentía después de la última novela, que era una historia muy densa, muy dramática, con un contexto histórico -la Segunda Guerra Mundial- muy intenso también, que había perdido la ilusión por escribir, que había perdido la ilusión de escribir cuando escribir era sólo para mí, para mi propio disfrute. Tenía la sensación de que debía llegar a un número de lectores, satisfacer las demandas del mercado, quizá era una presión ficticia -no digo que no-, pero ahí estaba y la sentía como tal. Entonces me llega esta historia, cuando no tenía ningún interés por escribir, cuando un hobby se había convertido en una profesión. Era un momento en que no sabía si iba a volver a escribir. 

 

S.- … pero continuaste escribiendo…

Fue entonces cuando mi agente me contó la historia de ‘La Italiana’, una tienda de gastronomía que hay en Barcelona, cerca del Mercado de La Boquería, cuya fundación se remonta a principios del siglo XX. La fundó un inmigrante genovés Attilio Rivali, que tenía previsto viajar a Argentina como muchos inmigrantes italianos en esa época. Su mujer estaba embarazada. Perdieron el enlace que les debía que llevar a Argentina. Imagino el drama que tuvo que pasar por la cabeza de esa pareja. De pronto te encuentras en una ciudad desconocida, que no era tu destino inicial y después de haber invertido todos tus ahorros en comprar esos pasajes para iniciar una vida nueva, en otro país. Fueron capaces de reinventarse, de levantarse después de haber caído. La mujer cocinaba de maravilla y comenzaron ofreciendo pasta fresca a los obreros de Barcelona. Fueron prosperando hasta que fundaron ‘La Italiana’, que hoy en día continúa siendo gestionada por la familia Rivali, en concreto por Carla Rivali. Algo bonito en tiempos de invasión de los Starbucks, Zaras y el comercio global… ‘La Italiana’ tiene algo de heroico. 

 

S.- ¿Qué te enganchó? ¿Qué hizo saltar la chispa para que decidieras escribir?

Me gustó la idea de cómo convertimos la pérdida en una oportunidad, cómo de una situación dramática sale siempre algo positivo. Venía de una época de escribir historias más oscuras, aunque soy una persona optimista y todas mis novelas tienen un mensaje esperanzador, pero cuando hablas de la guerra… ‘El jardín de las mujeres Verelli’ me daba la oportunidad de crear algo más alegre, más luminoso, a pesar de que no estaba por la labor no me pude resistirme a escribir. 

 

S.- La historia de ‘La Italiana’ como inspiración…

La tienda que aparece en el libro no es igual, no es idéntica a ‘La italiana’ y los caminos que sigue la historia de la novela son diferentes a la vida de la familia Rivali. 

 

S.- A partir de que la historia te seduce comienza también un importante trabajo de documentación, ¿no?

Todas mis novelas tienen un cierto componente histórico, unas más que otras. ‘El jardín de las mujeres Verelli’ puede ser de las que menos; la parte histórica tiene menos peso que la parte actual, pero también está ahí y centra el contexto de la Primera Guerra Mundial en Italia. Un momento que me parecía muy atractivo, ya que parece que fueron sólo otros países los protagonistas. Cuando me pongo a investigar encuentro muy poca literatura traducida, casi todo son obras que se han quedado dentro del mercado italiano y las pocas traducciones existentes están en inglés. Italia en ese momento pasó un poco desapercibida en la Historia y eso hizo que me resultara interesante indagar. Lo que me atrae no son las grandes figuras de la Historia, sino como una época, un acontecimiento, impacta en la gente, en la cotidianidad; como una madre afronta una situación de guerra.

S.- Dicen de ‘El jardín de las mujeres Verelli’ que es una novela femenina y gastronómica; también que aborda los temas que afectan a las mujeres hoy en día…

‘Novela femenina’ es una etiqueta que no me gusta; ni femenina ni feminista. Soy feminista y creo que hoy en día todas las mujeres deben de ser feministas, pero creo que es una novela realista. No me gusta que diga que es una novela femenina por el mero hecho de que tengan unos personajes femeninos fuertes y potentes que destacan. Me da la impresión de que el calificativo ‘novela femenina’ tiene un deje despectivo. Si fuera una colección de libros de trogloditas salvajes, ¿a alguien se le ocurriría ponerle la etiqueta de novelas masculinas? Los lectores hombres me preguntan cuándo leen esas etiquetas ¿es que no podemos leer tus novelas? Hay lectores hombres desde mis primeras novelas. Esas etiquetas parecen que los excluyen.

 

S.- La etiqueta de ‘gastronómica’ te parece más adecuada…

Sí, la definición de gastronómica sí me parece adecuada. ‘El jardín de las mujeres Verelli’ es una novela donde la gastronomía es un ingrediente, nunca mejor dicho, fundamental. Una etiqueta en este caso que viene a raíz de la historia que la inspira, una tienda de gastronomía en Barcelona. Es un tema que me seduce. Yo soy comilona, también cocinera, y me apetecía que la gastronomía fuera importante en el relato. 

 

S.- De alguna manera, esa tienda, va a ser el origen de la familia…

Claro, esa gastronomía se convierte en tradición, sobrepasa el devenir de los años. La gastronomía es también lo que nos reúne. Por eso es también una novela donde son importantes los sabores, las texturas, los aromas… la gente dice que pasa hambre cuando la está leyendo. Aparece un buen número de recetas que tuve que seleccionar entre otras tantas.

 

S.- En la novela, algunos personajes son inspiración vital para la familia, ¿no?

Sí, sobre todo la bisabuela, que es la que fundó la tienda. Cuando la protagonista en la época actual se encuentra en una situación un poco complicada, echa la vista atrás y recupera todas esas lecciones que su abuela le va enviando a través de los diarios, también de los platos que recuerda que cocinaba su bisabuela. Creo que es algo muy italiano, y muy español, la tradición, el comunicarse, el pasarse los truquillos culinarios, las recetas. Es la alegría de estar juntos cocinando. La protagonista en el presente, que no estaba nada interesada por sus raíces y por su pasado, encuentra en esa búsqueda que emprende una tabla de salvación y comprueba cómo su bisabuela tiene muchas lecciones que darle.

 

S.- Una de esas lecciones es ‘saber empezar de cero’.

Exacto. Al final de la novela -y no hago ningún spoiler- aparece una frase que siempre decía la bisabuela: “En el bosque arrasado por el fuego siempre surge un brote nuevo”. Habla de la fuerza de la naturaleza, del principio de todo; es una enseñanza de vida, da igual lo perdido que pueda estar uno, lo mal que le haya ido en la vida, siempre hay una oportunidad nueva, de reinventarse, de resurgir. No importa que hayas perdido el barco, siempre habrá otra oportunidad. Es una enseñanza que está presente a lo largo de toda la novela.

 

S.- En la novela aparece también la idea de sabiduría, de compartir lo aprendido…

Sí, de mirar hacia adelante y no tanto hacia atrás. No es tanto algo material, sino todo lo que nos viene dado por nuestros antepasados. Muchas veces nos olvidamos de mirar atrás y cuando ya tienes una cierta cantidad de años te das cuenta de cuánto tiempo has perdido no escuchando a tus mayores, no dedicándoles el tiempo suficiente. Lo comprobé con mi anterior novela ‘El invierno en tu rostro’, que está inspirada en una historia que me contaba mi abuelo, pero durante mucho tiempo para mí aquellas cosas que contaba el abuelo eras eso, las batallitas del abuelo. Tuve que llegar a los cuarenta años para comprobar que las historias del abuelo inspiraban una novela de ochocientas páginas. Comprobé el tiempo que había perdido; cómo no lo escucharía más. Son personas que han pasado por las mismas dificultades que tú o mayores y seguro que tienes mucho que aprender. De alguna manera, ‘El jardín de las mujeres Verelli’ es una carta a mis hijas. Al concluirla tuve la sensación de que era así.

 

S.- ¿Y ese mundo que describes en tu novela te gusta para tus hijas?

Sí, creo que viven en uno de los mejores momentos de la Historia. Es cierto que quedan muchas conquistas por hacer, pero si analizamos de dónde venimos es un buen momento. Además, creo que hay que mirar la vida con optimismo.

 

S.- Reiteras la idea del optimismo, ¿tus novelas deben tener un final positivo?

Tienen que ofrecer un final de esperanza, al menos en mi caso. A mí, al terminar de leer una novela, no me gusta quedarme hecha polvo. Como escritora me pasa igual, no me gustan los finales Scooby Doo, fantásticos e increíbles. Aunque el final sea agridulce siempre tiene que haber un mensaje de esperanza detrás.


S.- Corrígeme si me equivoco, estudiaste Derecho y Administración de Empresas, ¿siempre te gustó escribir?

Si me hubiesen preguntado con quince años qué vas a ser de mayor no hubiera dicho escritora. No estaba en mis planes. Si me gustaba escribir, pero como un ejercicio personal, casi íntimo, era algo que me servía para distraerme, para evadirme, para respirar, pero nunca con la intención de publicar. Los padres siempre te dicen que tienes que estudiar una carrera con salidas, en aquella época Derecho y Económicas. Mis planes eran otros muy diferentes a la literatura. De pronto surge. Surge porque dejé de trabajar cuando nació mi hija mayor y estaba todo el día metida en casa y decidí ponerme a escribir. Escribí la primera novela, la reescribí, la corregí y seguí jugando con ella. Tampoco tenía mucha intención de dársela a leer a nadie -a mi marido porque vivo con el (se ríe) e insistió mucho- la había escrito para mí. En aquella época acababa de convocarse el premio Círculo de Lectores y me gustó la idea de presentarla a un premio que lo votaban los lectores. Gané el premio y a partir de ahí se desencadena todo. Ahora llevo cinco novelas publicadas. Estoy muy satisfecha, pero tengo que reconocer que de forma sorprendente y no prevista.

 

S.- Percibes evolución en tu forma de escribir desde tu primera novela ‘Una dama en juego’ a ‘El jardín de las mujeres Verelli’?

Sí, sí que lo noto. Lo noto en la forma de abordar la tarea, noto más soltura; al final también es práctica. Creas de alguna manera tu propio método. Creo que también hay una evolución en el estilo. Quien me lea se dará cuenta enseguida. ‘Una dama en juego’ no era una novela para ser publicada y la escribía y reescribía, rizaba el rizo. Creo que es una característica de los autores primerizos buscar un lenguaje más recargado. Después, con el tiempo, te das cuenta qué es al revés, que un lenguaje conciso, sencillo, transmite mucho más. Ahora reescribo muy poco, corregimos muy poco, tanto yo como el editor. Es algo que ganas con los años.

S.- Las cifras de ventas de tus novelas son espectaculares…

En España son más de cien mil ejemplares y con las traducciones llegan a los doscientos mil. Aún hay reimpresiones de ‘La tabla esmeralda’.

 

S.- ¿Cómo se llevan esas cifras?

Se llevan -se ríe- con cierta presión.

 

S.- Habrá pocos autores en España con esas cifras de venta de sus novelas.

No son la mayoría, pero hay escritores con ventas similares. Como decía se lleva bien, pero con cierta presión. Obviamente te genera una gran ilusión, pero también está la presión del lector que espera que le ofrezcas otra ‘Tabla esmeralda’, y también la presión de la editorial, que no deja de ser parte de una industria y busca alcanzar unos números. En mi caso, siento el apoyo de la editorial, estoy encantada en ese sentido. Es una presión que tiene que ver con satisfacer a los lectores y a los editores, a través de escribir buenas historias; no me gusta defraudar a la gente. Para conseguir esas cifras no hay una fórmula o una receta, como en la gastronomía de la novela. Convertir una idea en una historia, y que sea una historia de éxito, no es algo que pueda explicar cómo ocurre. Al ponerte a escribir no sabes si vas a poder replicarlo y además quieres avanzar, tocar temas diferentes. Tengo que agradecer que, en ese sentido, mis editores me permiten jugar bastante. No podemos olvidar que el nombre del autor en definitiva es una marca que habla de tu estilo narrativo.


S.- ¿Eres escritora a tiempo completo?

Ahora sí. Bueno, hay un hueco en el tiempo completo que dedico a ser madre que es para escribir; pero sí, escribir es ahora mi profesión.

 

S.- ¿Conoces el final de las novelas cuando comienzas a escribir?

Sí, es fundamental. Tengo claro cuál es el comienzo y cómo termina, de todo lo que sucede entremedio... nada. Necesito saber hacia dónde me dirijo. Es algo que he tenido muy claro desde la primera novela. Tan sólo en la anterior cambié el final que tenía previsto. Los personajes tienen vida propia, los creas, los concibes y a veces incluso se te rebelan. Ocurrió en ‘El invierno en tu rostro’, los personajes no querían el final que tenía previsto. Que suceda eso es maravilloso; es un poco Frankenstein, tu criatura cobra vida y respira.


S.- ¿Llegaste a escribir desde la lectura?

Sí. Hay lecturas que te incitan a querer contar una historia así. Además, el escritor siempre comienza imitando al escribir a sus autores de referencia y luego vas creando tu voz propia. Creo que antes de escribir tienes que haber leído mucho para encontrar tu propia voz. Escribir es una tarea, es un madurar, un crecer, y eso lleva su tiempo. Escribir es un proceso que no sólo se desarrolla delante del ordenar, en todo momento estoy pensando en la historia, esté en casa o en la calle.

 

S.- ¿Tienes manías a la hora de escribir?

No, como soy muy caótica no me las puedo permitir.

 

S.- ¿Primero escribes a mano y luego lo pasas al ordenador?

No, directamente en el ordenador. La primera novela si la escribí a mano y luego la transcribí. Si realizo a mano mucho trabajo previo, la definición de los personajes, la investigación y documentación.

 

S.- ¿Te acompañas de música?

No, soy muy musical y si estoy escuchando música me pongo a tararear o a cantar si tiene letra y me despisto.

 

S.- ¿Siempre en el mismo lugar?

En casa tengo mi escritorio y cuando puedo, que no siempre puedo, escribo allí. También en la cocina mientras mis hijos hacen los deberes. Aprovecho mucho el verano para escribir.

 

S.- ¿En que novela te quedarías a escribir?

Quizá en ‘Mujercitas’; creo que depende del momento. Ahora me pillas en el momento ‘Mujercitas’, igual dentro de una semana te digo ‘Rebeca’.

 

 

 

 

 

 

 



Autor: Javier Muro

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