3190

{ENTREVISTAS}

'Para mi escribir sigue siendo un juego, una fantasía'

Andrés Pascual, escritor:

Dice Andrés Pascual que para él escribir es un juego. El trabajo lo ubica en su despacho de abogado y lo de crear personajes y enviarlos al Tíbet o a Japón a vivir sus historias sigue siendo una fantasía con la que disfruta y concede satisfacción a su vena creativa. Juego o no, de sus tres novelas –‘El guardián de la flor de loto’, ‘El compositor de tormentas’ y ‘El Haiku de las palabras perdidas’- se ha editado un cuarto de millón de ejemplares y de la primera ya existe un guión en Hollywood. Enfermizo a la hora de documentarse, en ‘El Haiku de las palabras perdidas’ crea tramas que generan, al mismo tiempo, una historia de aventuras y un debate sobre la energía nuclear. El tsunami en Japón y el desastre de la central de Fukushima coincidieron en el tiempo con la escritura de las últimas páginas de la novela. “Fue complicado”, recuerda. Ya trabaja en su próxima novela; perdón juega con su próxima historia./Javi Muro


S.- ¿Escribes desde siempre? ¿Desde pequeño, de niño, ya te gustaba inventar historias?

Escribo desde siempre, pero hasta que empecé mi primera novela habían sido siempre pequeños textos. Mi abuelo Andrés (Pascual) escribió unos libros de ortografía que se llamaban ‘Mis Dictados’, que se estuvieron publicando en España como libros de texto durante cuatro décadas y él fue el que inculcó a toda la familia el amor por la lectura y la escritura.


S.- ¿Cuándo decides que escribir te gusta? ¿Qué va a ser una parte importante de tu vida?

Lo decidí, me acuerdo perfectamente, después de un periplo que hice por el Tíbet, cuando llegué a Katmandu. Me acuerdo del día tal cual porque habíamos sufrido mal de altura en la meseta tibetana porque ascendimos muy rápido con los coches y al llegar vi un peluquería en la había un letrero en el ponía ‘Se dan masajes relajantes de cabeza’ y me fui para allí y le dije al nepalí “puedes hacer conmigo lo que quieras” y cuando salí le dije a mi mujer: “Voy a escribir una novela de las gordas”. Recuerdo perfectamente la frase. Confluyeron la afición desde crío a escribir y la mochila cada vez más llena por las experiencias de los viajes y, por otro lado, una cierta decepción con la composición musical. Yo había hecho mucha música y no estaba decepcionado con la música en sí misma pero si con mis propias composiciones. Necesitaba dar salida a la vena creativa por algún lado y fue a través de la literatura.


S.- Hablabas de tu relación con la música…

Lo cierto es que he hecho mucha más música que literatura si lo cuantificamos en unidades temporales. Empecé a tocar el piano con siete años, estudié solfeo, luego armonía, hice piano clásico hasta sexto y lo dejé cuando inicié la carrera de Derecho. Entonces empecé a tocar con bandas de pop/rock y grabamos discos a principio de los noventa. Pero bueno, ahora creo que eran escalones que me llevaban a la creación literaria. Al final te das cuenta que tanto la música como la literatura salen del mismo corazón y están destinadas a traspasar los corazones de los que tengan en frente. Y lo que no conseguí hacer, al menos al nivel que yo deseaba, con notas y silencios, lo he logrado, al menos para mi propia satisfacción, con letras y con espacios.


S.- Al final se trata de contar historias, ¿no?

Efectivamente. Una melodía es algo que tiene que emocionar y una aventura, sea de cinco páginas o de quinientas, también tiene que emocionar.  Si no hay historia no hay emoción y si no hay emoción no has logrado el objetivo principal de la creación.


S.- Te defines como escritor y viajero ¿Qué influencia tienen tus viajes  a la hora ponerte a escribir?

En mi caso van de la mano. La verdad es que los viajes físicos se convirtieron en viajes literarios y los viajes literarios se han acabado convirtiendo en viajes iniciáticos. De todos ellos he salido mejorado como persona; no digo que sea buena persona –bromea-, pero si en mejor de lo que era antes. El viaje en esa triple acepción ha pasado a formar parte de mi vida. La inmersión en estas culturas lejanas me han permitido explorarme a mí mismo; mirar mi propia realidad y tener otras perspectivas.


S.- Hablando de tus viajes, da la sensación de que Japón representa algo especial para ti…

Si. Yo estaba enamorado de Japón desde antes de ir allí y antes de escribir la novela; decidí escribir sobre Japón antes de iniciar el viaje literario y el viaje físico. Me fui en 2009 allí buscando una historia y la encontré, paradójicamente, los últimos días. Desde el primer momento me di cuenta de que Japón albergaba magia y fantasía para una y mil historias. Al final, me sucedió lo mismo que el Tíbet, que era mágico de cabo a rabo. Son universos que te llevan de la mano, llenos de épica. Se trataba de escoger una historia entre todas las que te ofrecía y llevarla al papel.


S.- ¿Qué se siente cuando uno de tus libros los han leído miles personas?

Es increíble. Cuando empecé a escribir no pensaba que a suceder así las cosas. Mi planteamiento era dar salida a mi vena creativa, desde un lugar que me satisficiera. Tampoco soy de esos que contaba con guardarlo en un cajón, pero cuando hablaba de gente que podía leerlo me refería a mi familia a mis amigos y quizá quinientos más, por decir un número que pudiera sonarme lógico. Cuando llegas a un cuarto de millón son palabras mayores. Es una satisfacción enorme.


S.- Entre ‘El guardián de la flor de loto’ y ‘El haiku de las palabras perdidas’ se nota una evolución en la estructura narrativa; el primero más lineal y el tercero con un mayor número de tramas que van encajando…

Si. ‘El Haiku de las palabras perdidas’ está infinitamente más evolucionada que la primera. A mi ‘El guardián de la flor de loto’ me sigue gustando porque es muy espontánea y está escrita sin ninguna pretensión de éxito y con mucho desparpajo, pero indudablemente ‘El Haiku de las palabras perdidas’ es mucho mejor novela literariamente hablando. En el ‘Haiku’ se nota que llevo muchos años escribiendo muchas horas todos los días. Las tres novelas no tienen nada que ver, pero todo el mundo coincide en que ‘El Haiku de las palabras perdidas’ es la mejor de las tres. En ‘En el éxito de ‘El Haiku de las palabras perdidas’ es muy importante la construcción de las tramas, su encaje final y las sorpresas.


S.- Tiene que ser complicado hacer encajar las diferentes tramas…

Es una cuestión de mucho trabajo. Como sigo escribiendo como si fuera un juego. Yo tengo mi despacho de abogado que es mi trabajo diario y las muchas horas que le meto a la escritura es un juego para mí. No pienso en los tiempos, simplemente trato de que las cosas queden bien. No me importa darle a la historia una vuelta más y otra vuelta más si creo que es necesario.


S.- ¿Te creas un mapa, un croquis de la historia?

Si. Una de las puertas de mi casa está llena de post-it, con flechas, fechas, enlaces, mapas. De vez en cuando (risas) destruyo algún post-it y pongo alguno nuevo.


S.- La labor de documentación es minuciosa, ¿no?

En mi caso enfermiza. Las tres novelas, quieras que no, son –menos en la segunda- ficción pero todo lo que ocurre ha sucedido o ha podido haber pasado. Entonces no me he permitido ni una licencia; me he vuelto loco para encontrar documentación de alguna de los elementos de las novelas, por ejemplo, de todo el contexto de Karuizawa, la ciudad en la que estaban confinados los diplomáticos extranjeros durante la guerra. Había poco información y me resultó complicado llegar a conocer como se repatriaron y al final me tenías que ver hablando con familiares de antiguos combatientes americanos por teléfono, que me guiaron hasta un profesor de la Universidad ‘La Mirada’, en California. Un profesor jubilado que había salido de Karuizawa con seis años. Es un ejemplo para que te hagas una idea de la demencia a la que llego.


S.- Pero el momento de encontrar esa pista tiene que ser muy satisfactorio…

Si. Es la sensación del trabajo bien hecho, siempre a nivel personal me refiero. El profesor que te contaba antes se emocionó mucho y casi lloraba porque llevaba décadas sin hablar de Karuizawa. Y yo le preguntaba por los horarios de salida de los trenes de la estación o cuantos días les costó llegar a Tokio…


S.-  ¿Cómo se trabaja para que encajen las diferentes tramas?

En el caso de ‘El Haiku de las palabras perdidas’ era especialmente complicado porque todo lo que ocurría en el pasado influía en el presente y viceversa. Hay tramas del pasado que sólo son flashback, en las que se habla un hecho anterior y que no influyen en la trama de la actualidad. Pero en este caso, cada paso que dan los personajes en el pasado influía en el presente y cada acción realizada por los del presente tiene que ser coherente con lo que sucedió en el pasado. Fue una tarea laboriosa, fue un puzzle. Pero como decía antes no dejaba de ser un juego y cuanto más complicado más divertido.


S.- ¿Con la novela en marcha sucedió el desastre de la central nuclear de Fukushima ¿Qué te vino a la cabeza en ese momento?

No me lo podía creer. Estaba a quince días de cerrar la novela, después de dieciocho meses. Ocurrió el 11 de marzo den2011 y de la novela se negociaron ya traducciones en la Feria de Londres a mediados de abril; estaba ya absolutamente terminada. Vi la noticia en Twitter y no me lo podía creer. La novela trataba sobre la energía nuclear, mis protagonistas estaban relacionados de un modo u otro con la energía nuclear y con un debate presente en Japón –en realidad en todo el mundo-, pero en Japón especialmente por su historia reciente, dado que apostaban firmemente por la energía nuclear si renegar de su pasado atómico. Entonces claro, yo en el capítulo dos hablaba de un reactor nuclear submarino que se lo echa para atrás al que ha tenido la idea por miedo a que pudiera tener fisuras… era increíble que estuviera escrito antes. Recuerdo que las editoriales extranjeras le decían a mi agente “pero que pasa, ¿tu autor se ha escrito la novela en quince días?”. Era complicado y por eso escribí la nota al principio. Quien se la lee comprueba que no es una novela oportunista y que no tiene nada que ver, aunque así al principio me entró pánico. Mandé un manuscrito a la embajada de Japón explicándoles que había escrito esas páginas con todo el cariño hacia la sociedad japonesa y después de lo que ha ocurrido me gustaría que las leyerais para ver que opináis. Les gustó e incluso me acompañaron en la presentación a los medios en Madrid y tuve a mi lado a la agregada cultural y al jefe de prensa de la embajada de Japón. Para mi fue como para tener a todo el pueblo japonés. Dijeron -y me agradó mucho- que la mejor forma de ayudar a un pueblo tan distinto al nuestro es conocer más sobre él. Aun así fueron días duros.



S.- ¿Tienes un posicionamiento sobre la energía nuclear tras crear el debate entre tus personajes?

Si. He llegado a la conclusión que llegan los personajes. El modelo de sociedad actual no se sostiene ni con nucleares, ni con combustibles fósiles, ni con renovables. Las nucleares siempre van a ser peligrosas, los combustibles siempre van a contaminar y las renovables son una falacia porque son antieconómicas en el mundo actual y van a serlo siempre por mucho que propagandísticamente se pretenda decir otra cosa y por mucho que ansiemos otra cosa. Lo que hagamos será poner parches pero no sé si serán una solución definitiva al largo plazo que merece el planeta. Pensamos constantemente en periodos de diez años, que son familiares; o de cien años, que son nacionales; y habría que pensar en periodos de mil años, que son planetarios… pero todos los protocolos que se establecen no pasan del siglo, con lo cual poco vamos a arreglar sino damos un giro de 180 grados.


S.- Tras el éxito de la primer novela, ¿Da vértigo las segunda?

No. Como te decía yo sigo teniendo mi trabajo de abogado y escribir sigue siendo una especie de fantasía; sigo escribiendo las cosas que me emocionan. Cuando empecé a escribir sobre Japón no pensaba que fuera a ser un fenómeno mediático, lo hice porque a mí me encantaba la cultura japonesa. Como dice Skármeta, un escritor chileno, hay que escribirla siempre cuanto antes porque intentas volcar una serie de intimidades, de intenciones literarias, que generalmente no suelen salir muy bien. Fue una maravilla escribir una novela sobre música. A mí con la segunda me fue bien, con el premio Torrevieja ; no me puedo quejar. Pero es cierto que pasado ese escollo, que dicen, de la segunda novela todo está siendo un camino de rosas otra vez.


S.- ¿Qué escritores te gustan?

Va por rachas. Me gusta mucho Alessandro Baricco, por su lirismo. Me gusta Murakami, porque me parece muy fresco y muy original. Leo un poquito de todo. De repente estoy fascinado con Hemingway, que se supone que tenía que haber pasado esta etapa mucho antes, ya ves sin orden ni concierto.


S.- ¿Se puede vivir de escribir?

Hombre. Se puede vivir. Yo ahora podría vivir, lo que pasa es que no me gusta considerarlo mi trabajo. Quiero ser congruente con mi idea inicial. Todo lo que me está ocurriendo es un regalo. Sigo escribiendo por satisfacción personal. Nunca pienso en el reporte económico. Mis habichuelas están en el despacho. No voy a dejar de ejercer porque me gusta la abogacía.


S.- ¿Qué hay que hacer para escribir bien?

¡Ahí! (toma un tiempo para responder)… No pensar en si vas a gustar o no. Escribir lo que te salga del corazón porque los lectores son muy listos y no se les puede dar gato por liebre y todo lo que es artificioso canta desde la primera página. Creo que la mejor fórmula es ser sincero contigo mismo y luego trabajar y trabajar, porque el ochenta por cierto del éxio de una novela tanto literario como de repercusión es el trabajo. Es una tarea en la que sólo te puedes sumergir si estas mal de la cabeza o no te importa una vez terminada que va a pasar con ella.


S.- Como músico y amante de la música?

La banda sonora de mis novelas, de las tres, han sido música de películas sobre todo Hans Zinner, que ha trabajado en ‘Origen’ y ‘Gladiator’, por ejemplo. Y una canción ‘Gabriel’, de un grupo que se llama Lamb.



Autor:

Suscripción a la Newsletter Enviar