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{CULTURA / EXPOSICIONES}

'El hijo del hombre', Magritte y el misterio del mundo

Todo lo que vemos esconde otra cosa. René Magritte profesaba dicho ideal. El artista surrealista belga no albergaba dudas al respecto: “siempre queremos ver lo que está oculto, aunque lo que vemos no oculte nada”. Así sucede en ‘El hijo del hombre’, una de sus más simbólicas obras. ¿Un retrato? ¿Un autorretrato? ¿Quién se esconde tras la manzana? ¿Por qué una manzana?

 

‘El hijo del hombre’ es, según analizan diferentes expertos en arte, un supuesto autorretrato, “aunque al protagonista -a René Magritte- no se le ve el rostro y no es posible reconocerlo”. La pintura representa a un hombre con traje y bombín. “Es la indumentaria habitual del hombre de la época, del hombre normal y corriente; y son también los atuendos que el artista gustaba de vestir”. Lo rutinario y asiduo como extraordinario; lo reiterado como asombroso; la curiosidad que despierta lo frecuente alterado. Magritte perseguía esa dualidad. “No hay nada menos corriente -aseguraba- que la normalidad”.

Todos ocultamos algo. El pintor belga era consciente de la condición humana. “Todos ocultamos algo, así somos más interesantes”.

 

¿Y la manzana? La manzana es un elemento recurrente en la obra de René Magritte. Los analistas de su obra apuntan diferentes significados, desde la idea de eludir el pecado original, la tentación, la inmortalidad, Jesucristo, a un símbolo religioso que quizá enraíza con el título de la obra. 

 

En la pintura de René Magritte (Bélgica, 1898-1967) destacaban las imágenes ingeniosas, provocativas y ambiguas. La Historia del Arte, apunta que Magritte cambió con su trabajo “la percepción precondicionada de la realidad. Forzó al espectador a ser hipersensitivo”. La Segunda Guerra Mundial y el suicidio de su madre influyeron en la modelación de su pensamiento y, por lo tanto, en sus procesos creativos. De la personalidad del artista belga destacan su juventud fantasiosa y un carácter egocéntrico, excéntrico y provocador, ya siendo adulto. Como artista, resaltó su pericia incomparable con el pincel. Magritte siempre tuvo como meta el reconocimiento, ser alguien. Navegó por diferentes estilos pictóricos y encontró su lugar en Surrealismo.

Además de ‘El hijo del hombre’, René Magritte pintó otras icónicas obras. ‘Los amantes’ es, por ejemplo, una enigmática obra que muestra una pareja besándose sin tocarse, ni verse. La comunicación entre el hombre y la mujer la obstaculiza un velo, una barrera que no permite sentir -ni vista, ni tacto. Los estudiosos de la obra de Magritte atribuyen ‘Los amantes’ a la relación entre su padre y madre. 

De ‘Golconda’ no existe, en cambio, una interpretación oficial. La especulación alude a una obra autobiográfica, ya que muestra un edificio de estilo belga y los personajes representados están caracterizados como René Magritte vestía a diario. ¿Gotas de lluvia con la forma del propio artista? En ‘Golconda’, una vez más, el pintor belga cruza la línea divisoria entre lo real y lo representado.

‘El asesino amenazado’ parece inspirado en la literatura o el cine. El autor de un crimen está a punto de ser atrapado. Está rodeado, le han sorprendido con las manos en la masa. No parece importarle.

En ‘El imperio de las luces’, Magritte genera una iluminación contradictoria. Un claro oscuro en los límites de la realidad. Un cielo azul surcado por nubes de algodón, reina sobre una casa en penumbra en la que sus inquilinos han encendido la luz en algunos de sus estancias. La línea superior de los árboles y el edificio conecta ambas realidades.

‘El terapeuta’, ‘El tiempo perforado’, ‘La invención colectiva’, ‘El arte de vivir’, ‘La traición de las imágenes’, 'La gran guerra’, o ‘La gratitud infinita’ son algunas de las obras de René Magritte, pinturas en las que siempre ahondó en el misterio del mundo desde una percepción de realismo mágico, sirviéndose de la psicoanalítico para crear sus juegos de duplicaciones y ausencias, de representaciones dentro de las representaciones./J.M.

 

 

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