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{CULTURA / LIBROS}

'Al final el sistema nos gana porque nos incita a no pensar en el largo plazo y sí en el beneficio inmediato'

Edurne Portela conversa sobre su novela 'Los ojos cerrados' El camino de las palabras del IER

'En los ojos cerrados', Edurne Portela indaga en la violencia; en un violencia enquistada en los silencios y en el tiempo, que si bien trastoca para siempre la vida de los personajes de la novela, genera también la posibilidad de que surga la convivencia, la empatía y la solidaridad. 'En 'Los ojos cerrados' son protagonistas principales Pedro y Ariadna. El primero depositario de secretos que rodean a la violencia que ha atravesado el lugar durante décadas; Ariadna la nueva vecina de Pueblo Chico -así se denomina el lugar que narra Portela- pque llega por motivos, al principio, poco claros. Doctora en Literaturas Hispánicas por la Universidad de North Carolina-Chapel Hill (Estados Unidos); Edurne Portela ha sido profesora titular de literatura en Lehigh University (Pensilvania) hasta 2015. Como parte de su investigación académica publicó numerosos artículos y el ensayo Displaced Memories: The Poetics of Trauma in Argentine Women Writers. En 2016 publicó en Galaxia Gutenberg 'El eco de los disparos: Cultura y memoria de la violencia', un ensayo que reivindica la cultura como herramienta para dirimir el pasado de violencia en Euskadi. En septiembre de 2017 salió a la luz también con Galaxia Gutenberg su primera novela 'Mejor la ausencia', una indagación en la Euskadi postindustrial de los años ochenta que ha sido galardonada con el Premio 2018 al mejor libro del año de ficción del Gremio de librerías de Madrid. Publica en 2019 su segunda novela, 'Formas de estar lejos'. Ha realizado, junto con José Ovejero, el documental 'Vida y ficción' (2017). Portela publica regularmente en los principales periódicos españoles y colabora en varios programas en Radio Nacional de España y la Cadena SER. 'Los ojos cerrados' es su tercera novela./Javi Muro

SPOONFUL.- ¿Qué historia nos encontramos al adentrarnos en las páginas de 'Los ojos cerrados'?

Es la historia de un pequeño pueblo en la sierra en que reside una pareja que se acaba de mudar allí. Ella, que se llama Ariadna llega al pueblo buscando algo, de inicio no sabemos muy bien qué. Desde el primer momento, se encuentra con Pedro; un anciano que tiene una vida muy dura, muy difícil. A lo largo de la novela vamos acompañando a Ariadna en el descubrimiento de quién es Pedro, de su pasado y de cuál es la historia de ese pueblo; algo fundamental para ella.

 

SPOONFUL.- ¿Es una historia sobre la búsqueda de la verdad o de redención?

La palabra redención no me gusta nada por su connotación cristiana, relacionada con redimir del pecado y creo, además, que no tiene que ver con la novela. Sí es una búsqueda por parte de Ariadna de una verdad, pero también una búsqueda de los propios habitantes del pueblo por encontrar su lugar en el mundo, un lugar que ha sido arrebatado por la violencia. Una violencia fundacional que tiene que ver con la represión, especialmente en los primeros años de la posguerra. Una violencia que afecta directamente a algunos habitantes del pueblo y sobre todo a Pedro cuando es tan sólo un niño de seis años.

 

S.- La violencia que narra ‘Los ojos cerrados’ es concreta; metida en el alma, los recuerdos y la conciencia…

Hay violencias que son muy reales, que se ejecutan contra el cuerpo; hay violencias que suponen la desaparición, el asesinato; hay violencia contra la mujer; hay violencia en territorio de guerra; y otra violencia, que quizá es más intangible y al mismo tiempo muy real, que es la violencia del silencio. Un silencio que pesa sobre las víctimas. Cuando acaba la violencia física; no acaba el sufrimiento, sobre todo si esa si esa violencia no se encuentra con la justicia. En la novela se habla de unos periodos recientes de esa década, que son los coletazos de esa violencia y qué sucede cuando lo que hace la comunidad es taparla, es silenciarla; es apartar a las víctimas porque su presencia incomoda. Es una violencia que cuesta más desentrañar, cuesta más verla porque es invisible, pero también hace mucho daño.

 

S.- … es una violencia muchas veces enquistada en familias, amigos, pueblos…

En el caso de los pueblos pequeños, en el caso de la novela Pueblo Chico, el olvido es aún más difícil porque todo el mundo se conoce, todo el mundo sabe la historia de las otras familias, todas las familias tienen secretos, es un microcosmos que en realidad puede representar a todo el país. Puede representar nuestra Historia. En un mundo tan cerrado como el que creo en la novela todo se acentúa; se acentúa el silencio y esa violencia enquistada, pero también se puede acentuar la solidaridad, la ternura, que también están presentes en la novela. ‘Los ojos cerrados’ habla sobre la violencia, pero también reflexiona sobre qué redes de apoyo y afectivas podemos encontrar fuera de las instituciones tradicionales.

 

S.- ‘Los ojos cerrados’ también habla sobre cómo los seres humanos reaccionamos ante la situación que plantea, ¿no?

No quería escribir una novela tremendista, quería explorar también que respuesta podemos tener ante la violencia desde la empatía, la solidaridad, desde los cuidados. Hay personajes que prácticamente se convierten prácticamente en padre e hijo -como es el caso de Pedro y Andrés- sin tener vínculos de sangre. Y surge esa relación siendo Pedro víctima de la violencia y sabiendo que si no ejerce como padre Andrés puede convertirse también en un ser absolutamente desamparado. Podemos hablar incluso de amor, no de un amor romántico, sino casi familiar, de la obligación de tratar de ofrecerle una vida digna.

S.- ¿Existe una España Vaciada y una España Silenciada?

La España vaciada es una realidad, pueblos despoblados, una España abandonada por las instituciones totalmente. Las instituciones no hablan de la España vaciada y creo que el abandono es cada vez mayor. Esa realidad existe. La España silenciada está en los pueblos y está en las ciudades. Tan sólo hay que pensar en Madrid y la cantidad de espacios que han sido lugares de represión brutal, como la Dirección Nacional de Seguridad en la Puerta del Sol, y que su historia se ha silenciado, se ha vaciado de contenido. Esos silencios se dan en la capital del país. Creo que el silencio sobre esa memoria, que incomoda todavía, se ha dado en todos los sitios, del pueblo más pequeño hasta la capital del país.

 

S.- Da la impresión de que como ciudadanos enseguida aceptamos ciertos silencios para que no nos molesten. Abusos laborales, injusticias sociales, desahucios…

Sí, como si por defecto calláramos. Por defecto callamos ante la injusticia. Por poner un ejemplo, si eres un trabajador precario, esa misma precariedad hace que a veces te de miedo denunciar porque igual te quedas sin ese trabajo. Vivimos con mucho miedo en esta sociedad tan voraz y tan feroz. Siempre hay unos poquitos que levantan la voz, a veces la sociedad les sigue, a veces no. Por ejemplo, en los tiempos más duros en Euskadi la mayoría callaba, pero sí había unos pocos que levantaban la voz. Lo mismo sucedió durante la dictadura. Creo que por defecto somos, no quiero decir cobardes, pero si vivimos con el temor de perder lo poco que tenemos.

 

S.- Parece que la gente comprendió en la crisis anterior, en la que comenzó en 2008: “si no me preocupo yo de mi mismo, nadie va a hacerlo”. Desconfiando de las instituciones.

Creo que a veces por salvar lo propio dejamos de luchar por lo común. Hay situaciones en las que es comprensible, pero también es peligroso porque siempre vamos a encontrar una excusa para salvar lo propio y no luchar por lo común. Así nos va. Perdemos todos y esa es la tristeza. Al final el sistema nos gana porque nos incita a no pensar a largo plazo y sí en el beneficio inmediato. Como estamos diseñados, el tipo de educación que recibimos, los sueños que nos creamos tienen que ver más con lo inmediato e individual, y, al final, acabamos perdiendo.

 

S.- Los títulos de tus novelas… soledad… Nexo

Es cierto y es algo que he constatado hace poco y que me sorprendió porque no estaba pensado así, intencionadamente. Es cierto que las tres novelas tratar sobre diferentes formas de soledad. No se muy bien porqué. Las circunstancias de la vida te impulsan a veces a vivir en una soledad deseada y otras, sobrevenida. Creo que es un tema que está de fondo y que se refleja muy bien en los tres títulos. Pasa en los pueblos pequeños, pero también en las grandes ciudades te puedes sentir aún más sola. A veces, la soledad es existencial. En la novela es una soledad que tiene que ver con la incomunicación. 

 

S.- Al hilo de lo que comentas, ¿qué lleva a alguien que es profesora de Literatura en una Universidad de Estados Unidos (Pensilvania) a dejarlo, regresar primero a Madrid y luego a un pueblo de la sierra de Gredos? Tan pequeño como el Pueblo Chico de ‘Los ojos cerrados’ o parecido.

Parecido. La vida, no sé. La estancia en Estados Unidos tuvo que ver con una etapa persona y profesional. Llevaba allí casi veinte años y ya había hecho todo lo que tenía que hacer. Estaba cansada de vivir en Estados Unidos; hablado de soledad allí sí que estás sola. Vivir en Madrid tuvo que ver también con la situación personal y profesional, ya que comenzaron a surgir posibilidades. Y el cambio a la montaña ha tenido que ver con el deseo de encontrar otro espacio. Fue antes del confinamiento y fue casi premonitorio.

S.- ¿Qué has aprendido y qué te ha sorprendido de vivir en la montaña?

Muchísimas cosas. Vivir en la montaña es un asombro diario y aprendes un montón de flora y fauna. Comienzas a fijarte en cosas como los pájaros y sus nombres, las plantas, la sensibilidad que genera el contacto con la naturaleza. El silencio que sólo interrumpe el ritmo de la propia naturaleza y el panadero cuando llega. Es otra forma de estar, de sentir, de relacionarte con el entorno y vas aprendiendo cosas de la vida del pueblo, de la zona, de las gentes que viven allí. Son cosas que me interesan mucho.

 

S.- Lo que cuentas será para mucha gente una aventura, pero para aventura apostar por vivir de la literatura, ¿no?

Puede ser. La verdad es nunca pensé que me iba a ir tan bien. Fue una decisión tomada un poco a lo loco, pero con el privilegio de haber trabajado muchos años en la universidad. Para mí fue como hacer las ‘américas’. Trabajé muchos años, con un sueldo comparable a lo que se gana en España, tenía mis ahorros, y decidí intentarlo durante un par de años y comprobar cómo me iba. 

 

S.- ¿Qué te aporta escribir? ¿Por qué escribes?

Escribir es una forma de conocimiento, una forma de descubrir, de aprender del mundo y cómo lo percibo; también sobre mí misma y mi capacidad de imaginación. A pesar del esfuerzo y de lo que cuesta, cuando ves que está surgiendo algo que tiene sentido es una sensación especial; es algo muy bonito.

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