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{CULTURA / LIBROS}

'Poeta se nace, nunca se nace filósofo'

Ignacio Gómez de Liaño, filósofo, escritor y poeta

Ignacio Gómez de Liaño se acomoda delante de uno de los ventanales del café Bretón. Serigrafíado sobre el cristal, se lee el poema ‘Los mil pesos’, que se refleja al mismo tiempo en el sobre de uno de los azucarillos. Cosas de la poesía que la filosofía nunca entendería. Al poeta y filósofo y también escritor le gusta conversar y contar cosas y pronto se deja llevar. Inicia la conversación con una confidencia; no se espera menos de un poeta secreto. “Me he permitido la libertad –anuncia- de traer algunos de los mis primeros poemas, que aún guardaba; poemas escritos en los años 64 y 65. Eran poemas visuales”. Poesía experimental que tituló ‘Poemas aéreos’. “Eran racimos de globo de los que estaban suspendidas las letras”.



Acaba de terminar la publicación de sus diarios y eso le permite –bromea- tener todo muy fresco. Raúl Eguizabal, coordinador de las Jornadas de Poesía en Español, describe a Ignacio como “un lujo” y recuerda que la faceta poética no es la más reivindicada del protagonista. Aún así, está convencido de que Gómez de Liaño “lleva un poeta en su corazoncito”. El aludido asiente. “Empecé siendo poeta; porque poeta se nace. Nunca se nace filósofo”.



Ahora, Ignacio Gómez de Liaño reúne y disfruta de disciplinas que a priori nos parecen antagónicas. Si la filosofía es reflexión y conocimiento, la poesía se sustenta en la pasión y la belleza. Sí... pero supuesto equivocado. “Los primeros filósofos –recuerda- desarrollaban sus hipótesis de forma poética, se daba una cierta poesía conceptual, aunque es cierto que la filosofía debe respetar el principio de no contradicción y la poesía se lo pueden saltar a la torera”. Así es, como poeta, Gómez de Liaño sabe que se puede saltar la lógica. “El poeta es libre en el lenguaje. Son géneros literarios distintos. Es el conocimiento razonado frente al sentimiento, el disfrute, donde el conocimiento y la lógica son secundarios”.



Una libertad expresiva que experimentó al participar en aquellos ‘Encuentros de Pamplona’, del año 1972, un evento básico del arte conceptual español. Lo hizo como poeta experimental. “Recuerdo que participé en las primeras instalaciones que se realizaron en España. Después, ya en el año 73 mi poesía tomó un giro más ortodoxo, más intimista”. Es el tiempo de poemas como ‘Nauta y Estela”.

 

Es también el momento en el que Gómez de Liaño abre sus horizontes al campo filosófico en el que se había formado. “Siempre he entendido que la filosofía podía ser un trabajo; no así la poesía, que se genera de la emotividad, del impulso del momento y de la capacidad de expresión lingüística”.

Una poesía que dicen siempre se aferra a cierto hermetismo, en la que nada es lo que parece. “Para escribir poesía –reitera- es preciso encontrarse en la situación”. Una especie de magia o filosofía poética –valga la redundancia en el caso de Ignacio- que se sustenta en escribir pocos poemas, los justos. “No me gustan los escritores que crean una gran cantidad de poemas. Desgraciadamente, la poesía se ha profesionalizado demasiado”.



Además, Gómez de Liaño ha sido profesor de la Universidad Complutense y como escritor ha cultivado también otro géneros como la novela, el ensayo, o el tratado filosófico. Dicen que en todos ellos bajo la motivación de la búsqueda. “Quizá porque un filósofo –apunta- es alguien que busca. Uno al principio cree que va encontrar muchas verdades existenciales, pero luego lo que haya son límites”.



Quizá también, por ese afán de hallar, de encontrar, Gómez de Liaño ha viajado a Japón, Asía y Oriente Medio. “No me movía una idea de conocer lugares exóticos, sino la necesidad de buscar, de descubrir aspectos relacionados con la especie humana”.



Echa un vistazo al programa de mano en el que le definen así, como buscador. “Bueno –asiente- no es una mala definición; de alguna manera Aristóteles ya decía que la filosofía era la ciencia que buscaba”.



Ignacio Gómez de Liaño pasa del ensayo a la novela –ha escrito tres ‘Arcadia’, ‘Musapol’, y ‘Extravíos’- y ésta al tratado filosófico y regresa de nuevo a sus ensayos. “Llega un momento en que estoy trabajando en un historia y el relato se agota, entonces retomo el ensayo y cuando me canso me acerco a la filosofía y así... Es un trabajo en paralelo; el relato es un complemento al pensar filosófico. Lo importante es no estar ocioso”.



En la filosofía, Ignacio habla de la cultura del alma. “El ser humano se encuentra más desprotegido que nunca en su mundo interior. La filosofía, en ese sentido, trata de poner una base, creo que es su cometido”.  ¿Y la poesía? “Ahora escribo poca poesía, cuando surge es como un regalo de los dioses”... Nada que no sea atribuible a un poeta secreto./Javi Muro

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