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{DEPORTE / OTROS DEPORTES}

'La cumbre sin el estilo no vale nada pero el estilo sin cumbre siempre vale'

Simón Elías, alpinista

Simón Elías, montañero por vocación y reconocido alpinista, tiene claro que lo que realmente merece la pena es lo sorprendente, lo que se sale de lo establecido. Por eso ama la montaña y la idea de vivir descubriendo lugares nuevos. Acaba de visitar Uganda y UTHA. Cree que la naturaleza es un extraordinaria escuela y no duda en afirmar que entre el sistema educativo actual y el medio natural, antes mandaba a lo niños a pastorear que a estudiar la ESO. Defiende la experiencia como el gran valor en la montaña y reconoce que en situaciones extremas es cuando realmente se conoce a una persona. En la montaña ha hecho grandes amigos. Cree que las montañas también son bonitas para contemplarlas y no muestra demasiada atracción por algunas competiciones tan de moda últimamente alrededor del mundo del alpinismo. Para Simón Elías el ascenso a una cumbre comienza el día en que tomando una cerveza con un amigo se plantean ¿por qué no vamos a ...?

 

Spoonful. ¿Por qué subir tan alto o a través de caminos tan complicados?

Porque quizá es lo que merece la pena, el salirse de lo establecido, el andar campo a través, el saltar alambradas. Yo creo que ahí está la chispa de la vida. Si vas por el sitio señalizado, por donde te mandan las señales, por donde va la ristra de bovinos… ahí no hay nada sorprendente. Lo sorprendente está saliéndote de lo predeterminado y también afrontando el peligro que lleva salir de lo establecido. Es maravilloso pero también es peligroso.

 

S. ¿Compartes la idea de qué las montañas, lagos y ríos, la naturaleza en general, son excelentes escuelas?

Si lo comparamos con el sistema educativo actual, diez mil veces antes mandaba a los niños a pastorear cabras que a estudiar la ESO. Si lo comparamos con leer libros, con formarse, yo creo que las dos cosas son compatibles. El leer, el culturizarte es compatible con la montaña. El sistema educativo actual te pone dentro de un canal, de una acequia, por el que te lleva la fuerza hidrófuga. El alpinismo es todo lo contrario; es salirte de esos canales e ir a escalar paredes, aunque te manches de barro, aunque te caigas mil veces, aunque te escupan los sapos, pero salir de lo establecido. Creo que ahí hay una gran escuela, tanto en la montaña como en la naturaleza en general. En la naturaleza se aprenden muchísimo, tanto cosas muy pragmáticas, como aspectos mucho más intangibles, que tienen que ver con las emociones, con el trabajo en equipo. Del espíritu de supervivencia hay mucho que aprender de la naturaleza. Siempre ha sido nuestro gran libro y creo que va a seguir siéndolo, aunque nos empeñemos por otros cauces en que no lo sea.

S. ¿Cuándo te diste cuenta de que el alpinismo, el montañismo, la escalada, te gustaban, qué era lo que querías ser profesionalmente?

Hombre, en mi caso, la naturaleza y la montaña siempre han sido algo absolutamente arraigado a nuestras personas, tanto en el caso de mi hermano como en el mío. No es que nosotros quisiéramos ser montañeros, es que nosotros nacimos montañeros o montañeses. Con cuatro años ya estábamos sacando las cabras en Trevijano y a los diez estábamos buscando una vaca paridera en Lomos de Orio. Quizá no ha sido una elección; ha sido algo que he venido dado y que por más que hayamos querido elegir estaba determinado por el entorno. Los grandes protagonistas han sido nuestros padres por arriesgar como arriesgaron en una sociedad tan restrictiva como era la de los años setenta en España. Dieron un paso importantísimo y fueron un ejemplo; tuvimos el regalo de ser criados de esta manera.

S. ¿Pero no hay una excesiva tradición de montañeros y alpinistas en La Rioja?

No ha habido mucha tradición montañera en La Rioja. Quizá, porque La Rioja ha sido una sociedad muy predecible y el ser previsible no es un valor del alpinismo. En sitios como el País Vasco, la montaña ha estado más arraigada; por tradición y muy potenciada por las luchas obreras de los años ochenta. El descontento provocó que un montón de gente se fuera al monte. Y se iba al monte ¿por qué?... Pues porque se gastaba menos y allí nadie les decía lo que tenían que hacer. Quizá en La Rioja hemos vivido siempre mejor, hemos tenido mayor calidad de vida y la gente ha estado más conforme. Pero también ha habido una serie de modelos en La Rioja durante los años 80 que han dinamizado la montaña y también la sociedad. Jordi Corominas, Santiago Palacios o Juan Carlos Vadillo, por ejemplo. Para mi eran como los grandes antihéroes con los que aprendí. Cuando mi madre me mandaba con la cesta de mimbre con el chorizo y el pan a escalar con ellos… entonces, yo aprendí muchísimo más que todo lo que pude aprender en el instituto. Cómo ser alpinistas en lo deportivo, pero sobre todo en lo ideológico; estar en contra, estar fuera de, cómo ir por el camino complicado o, por lo menos, por el menos trillado.

 

S. ¿Ver cerca una montaña y no querer subirla es algo difícil para ti?

Depende, yo creo que las montañas no están sólo para subirlas sino también para disfrutarlas a lo lejos. Cada uno tiene sus sitios y lo nuestro es subir montañas, pero no es algo que tiene que hacer todo el mundo. Las montañas también son muy bonitas para contemplarlas mientras cae el sol tomándote un gin-tonic por la tarde. Al revés, ojalá que no vaya todo el mundo al monte; sino, los alpinistas lo que tendríamos que hacer es ir a trabajar en las oficinas para llevar la contraria. Porque nosotros básicamente lo que hacemos es molestar, ponernos en contra, entonces si todo el mundo va al monte buscaríamos otra manera diferente de dar la lata.

 

S. ¿Montaña deporte, profesión, o montaña vida… o es compatible una cosa y la otra?

Yo creo que cuando lo tienes tan integrado es de una naturalidad tremenda. Yo hay días que voy a la montaña y cobro, y al día siguiente vuelvo y hago la misma actividad por placer y no cobro. Ahora tengo la suerte de que llego bien a fin de mes, pero durante muchos años no ha sido así. Es seguir una pasión y estar en el espacio donde quieres estar, que es la naturaleza, y, en mi caso, la montaña. En el caso de otras personas serán los ríos o los mares, en mi caso siempre he querido estar en la montaña, que es donde mejor me siento. No lo restrinjo ni como una afición ni como una profesión; es un hábitat. Es un hábitat pleno y absoluto.

 

S. “No conquistamos las montañas, sino a nosotros mismos. Nos se conquistan, las montañas te dejan estar ahí”. Lo dijo sir Edmun Hilary.

Yo creo que ahí hay una obsesión mal entendida con el hecho de las montañas y de tener que llegar a la cumbre. Hay veces que todo te va bien; intentas cuatro montañas y logras subir tres. Entonces es como ¡bravo! Pero hay otras veces en que intentas cuatro montañas y no subes ninguna. El fin no es llegar a la cumbre. El fin es buscar algo nuevo, salir de lo predecible, y estar en la naturaleza y compartiendo el momento con otra gente con la misma pasión. Si se llega a la cumbre fantástico, pero si no, fantástico también. De hecho, de lo que más aprendes es de las derrotas. Las victorias dan poco que aprender. Cuando te retiras de una montaña siempre aprendes mucho más que cuando la subes.

S. ¿las montañas intimidan o inspiran? 

Inspiran, yo siempre le digo a la gente que se inicia en la montaña que la escalada comienza desde que estás en tu casa, desde que empiezas a mirar libros y mapas, cuando estás con un amigo tomándote una cerveza y sugieres “podíamos ir a…”. Ahí ya comienza la ascensión. Hay una gran parte que es una ascensión intelectual, de documentación, de investigación, de informarte. Luego llega el reto geográfico en sí, que es una parte. Una parte importante que te inspira, que te espolea, que te da muchísima energía. Para mí hay muy pocas cosas que me den más energía que estar en la montaña con un buen compañero o compañera y disfrutar del viento, de la nieve, de la lluvia.

 

S. ¿Qué valor tiene la experiencia en el proceso de escalar una montaña?

Es uno de los grandes valores. En la montaña como en todo, la experiencia es una de las virtudes más importantes. De hecho, los grandes alpinistas rozan o superan la cincuentena. Puede haber tipos muy jóvenes que son muy fuertes y que tienen mucha motivación y que hacen grandes cosas, pero el verdadero alpinista, es el alpinista viejo, porque es como ser un soldado viejo… has vivido mucho, has luchado mucho, pero sigues vivo. Eso quiere decir que eres bueno, que has sabido sobrevivir a las dificultades. Merece estar vivo y merece ser sabio. La palabra de un alpinista viejo es sagrada. Ojalá lleguemos.

 

S. ¿Y la amistad? ¿Se conoce de verdad a una persona cuándo escalas con ella?

Si, por supuesto. Se le conoce mejor que en cualquier otra circunstancia. Te enfrentas a situaciones extremas, de extrema peligrosidad, de frío extremo, de hambre, de alegría extrema, de energía exacerbada porque las condiciones son maravillosas. Ahí es donde conoces a una persona, en sus extremos. Normalmente en nuestras relaciones es muy fácil mantenernos en un punto medio porque las circunstancias no nos llevan ni a un extremo ni a otro.

 

S. ¿Y la competición? Da la impresión de que no entiendes la montaña como algo competitivo…

Por supuesto que hay una competición con uno mismo y a mí, cuando estoy en forma, me gusta superarme, pero no entiendo la competición como tal. Quizá, si puedo comprender una competición estética o una competición geográfica con el reto de conocer sitios diferentes, de visitar culturas diferentes, pero no tengo claro que eso se le pueda llamar competición.Hay muchas veces en las que te exiges al máximo, pero no buscas ser mejor, siquiera ser mejor que tú mismo; persigues disfrutar más, recorrer esa ruta que no has hecho y que ahora está en condiciones. Por eso yo soy capaz de no descansar y no dormir en un montón de días, pero no por ser mejor que alguien, sino por estar con alguien y compartirlo.

 

S. ¿Qué te parece –por ejemplo- la rivalidad por ser el primero en completar los ochomiles?

Yo no le doy mucha importancia. Son cosas que están ahí y que salen por que los seres humanos somos así, así de necios, de envidiosos y de cafres. Lo que ocurre es que cuando eso le pasa a Juanito Oyarzabal lo dicen todos los periódicos de España; pero eso nos pasa a todos, todos tenemos un cierto punto de pordioserismo. Pero tanto ellos, como nosotros, como los periodistas, saben que lo importante no es eso; lo que pasa es que los periodistas tienen que comer y el público quiere sangre. Pero quien mire nuestra actividad con un poquito de detalle verá que lo importante no está ahí y se dará cuenta de que eso es una tontería. Son cosas que ocurren y que pueden ocurrirte con un amigo porque a los dos os gusta la misma tía o te quieres comer el mismo bocadillo de lomo en un bar. Qué la prensa y el público en general le da mucha trascendencia… bueno, eso dice mucho también de la sociedad en la que vivimos.

 

S. ¿Cumbre o estilo?

Estilo siempre, estilo siempre. Lo importante es cómo lo haces y con quién lo haces… y luego, si se llega a la cumbre magnífico. La cumbre sin el estilo no vale nada; en cambio, el estilo sin la cumbre siempre vale.

 

S. Desde ese planteamiento quién ha sido el mejor; o mejor dicho, quiénes han sido tus referencias… 

Hay mucha gente que hace montaña con muy buen estilo. Quizá es más difícil encontrar gente que, aun practicando un estilo deportivo aceptable y admirable, también practique un estilo de vida admirable. Es decir, que la montaña vaya de la mano con la ética y con la estética. Quizá el último grande ha sido Walter Bonatti por su gran capacidad para ser alpinista y, después, cuando todo el mundo estaba pendiente de él, darse la vuelta y decir “esto se ha acabado”. Esa fue una gran lección. No se trata de hacer cumbre; se trata de alguna manera de estar en contra. Es, quizá, un sinónimo de rebelión y Bonatti fue uno de los grandes en ese sentido. Cuando toda la sociedad europea estaba pendiente de él, realizó su más grande escalada y se retiró.

 

S. ¿La historia de Walter Bonatti describe, quizá, en una persona todo lo que puede rodear la montaña?. Ha vivido lo mejor y lo más cruel. Desde el K2, hasta su retirada.

Bueno el ha vivido la crueldad. Es uno de los grandes ejemplos, pero para mí es difícil decir a quién admiras. Para mi es admirable cualquier persona que piensa, que tiene ideas propias, que es coherente, y que intenta luchar contra la estupidez. A esa gente admiro, me da igual que sean alpinistas, que sean escritores, que sean dramaturgos. Esa es la gente que nos tiene que llevar de la mano hacia adelante. En el mundo del alpinismo pasa como en todo; a veces hay alpinistas muy buenos pero se obcecan demasiado en ser alpinistas y se olvidan de otras cosas. Yo creo que la gente de vanguardia es esa y Bonatti lo fue y con gran clase.

 

S. ¿Qué sientes cuándo haces cima?

Para mi muchas veces la cima es cuando estoy conduciendo hacia el Pirineo y voy en la furgoneta; estoy poniendo música y se me erizan los pelos de las piernas de la emoción. Voy cantando a voz en grito porque veo la nieve y sé que me voy a encontrar con mi hermano y vamos a ir a pasarlo bien. Eso es lo más grande, a veces antes, a veces después, a veces durante la cima. Pero normalmente la cima no te da esa sensación de plenitud, que te da el proceso de preparación.

 

S.¿Todas las montañas te producen las mismas sensaciones?

Hay unas que te entusiasman más que otras, pero creo que también con los años vas buscando cosas nuevas en la montaña, que te produzcan esa sensación de incógnita, de incertidumbre, de exploración. En África vamos a una montaña –la entrevista se realizó antes de iniciar el viaje- que se sube con botas katiuskas, pero es una experiencia magnífica, que no tiene nada que ver con subir una montaña en Alaska con crampones, pero es algo nuevo, algo que motiva y estimula. Conocer a los tipos que viven allí, las selvas tropicales; todo tiene su interés, geográfico y humano.

 

S. ¿Subir y bajar de algunas montañas es un milagro?

El que está ahí fuera sabe de qué va esto. Igual que decíamos antes con los rifirrafes y competiciones; la naturaleza te enseña, te lo dice. También al que está luchando por subir los 14 ochomiles; sabe que lo importante no es eso, que la plenitud no está ahí, pero bueno el tiene un contrato con unos sponsors, equis compromisos, pero él sabe de qué va esto. Cuando Juanito Oyarzabal y Edurne Pasabán se pelean, ellos saben de qué va esto, pero a veces son ellos mismos los que se ponen entre la espada y la pared y otras veces, pues simplemente al tratarse de ellos que son más mediáticos es más fácil pillarlos en falta. A mi es al primero que se me puede pillar en falta en cualquier momento. Pero los que estamos ahí sabemos que la plenitud es estar ahí.

 

S. ¿La bajada es siempre la parte más difícil?

Hombre estás más cansado, los sentidos están más abotagados. Es donde se produce un mayor número de accidentes, quizá por la falta de capacidad de reacción, pero también depende de a donde hayas subido y de donde te estés bajando. No es lo mismo bajarse del San Lorenzo que bajarse del Latok, en el Karakorum.

 

S. Imaginemos que has subido a una montaña exigente y estás ya abajo; te dispones a tomar un café en el bar del pueblo más cercano y te encuentras con un periódico deportivo con sus titulares “tal club pagará 50 millones por fulanito” o “tal jugador y tal entrenador no se hablan desde hace un mes”…

Hombre es la realidad de nuestros días. Es la normalidad. Por eso nos vamos a la montaña, porque los periódicos dicen esas cosas, porque la sociedad funciona así; por lo menos en mi caso. Quizá si viviéramos en un mundo ideal no nos haría falta ir a la montaña. Pero si te vas a la montaña y te has pasado un mes desconectado sin leer los periódicos y cuando vuelves te das cuenta de que a Contador le han metido un puro tremendo por meterse contra la Asociación Mundial contra el Dopaje y a Urdangarín  lo pueden dejar libre… pues dices… las cosas siguen bien y yo puedo seguir yendo a la montaña, ya no un mes sino tres.

 

S. ¿La prensa deportiva sólo os hace caso si se produce un accidente? O ¿cuando montáis una operación de rescate como la de Óscar Pérez en el Latok II?

Normalmente sí. Tampoco se les puede culpar a ellos. Al final los periodistas no dejan de ser instrumentos de la sociedad. Para el ciudadano de a pie es mucho más importante que un futbolista tiene catarro, que un grande del alpinismo ha escalado una montaña en el Himalaya. Ha habido momentos en que eso me ha molestado, sobre todo cuando estaba dirigiendo la Selección Española de Alpinismo y luché mucho por la repercusión de los valores de nuestro deporte; sabiendo de antemano que era una lucha un poco desigual. A día de hoy me da un poco igual y casi prefiero que se ocupen de otras cosas y que a nosotros nos dejen un poco en paz.

 

S. Obviamente hay un riesgo mayor que en otros deportes.

Por supuesto. El alpinismo es un deporte muy peligroso y esa es una de sus grandeza. ¿Qué quieres?, ¿quieres ir contracorriente y encima que te den caramelos de toffee?, No es posible. Ir a lo inexplorado tiene sus riesgos y ahí está el compromiso, una de las grandes palabras del alpinismo es compromiso. Hasta dónde estás dispuesto a comprometerte. Si el alpinismo no fuera un deporte realmente peligroso ese término no existiría. Es muy bello que sea peligroso, porque si no, no sería tan estimulante, ni tan atractivo. No te enfrentarías tan desnudo a las circunstancias.

 

S.¿Qué opinión te merece la idea de montaña/turismo; montaña promoción económica?

Se ha popularizado mucho, porque hacer montaña es también viajar. Hay un negocio detrás de esto en el que yo soy partícipe. Soy guía de montaña, me dedico a esto y yo viajo por el mundo llevando a mis clientes escalar montañas en los lugares más remotos. Desde mi perspectiva profesional es maravilloso poder compartir estos viajes con mis clientes y si encima me puedo ganar la vida así pues es un estilo de vida soñado. Aunque hay ciertas cosas de la comercialización de la montaña que no te gustan, pero también es cierto que para no ver gente no vayas al Montblanc o al Everest. Hay 27.000 montañas donde no hay gente y donde puedes sentir lo mismo que los exploradores del siglo XIX.

 

S. ¿Hay gente irresponsable?

Si puede haber gente que lo sea, pero también la irresponsabilidad es algo precioso. Adelante, pero sabiendo que en la montaña un error no es un fuera de juego; un error es una fractura severa o la muerte. La gente puede ir al monte como quiera y esto es una de las cosas más maravillosas de la montaña. En la montaña no hay medias tintas, las reglas son claras y muy rigurosas.

 

 ¿cuáles son los próximos retos?

Aspiro a pasar el mayor tiempo en la naturaleza con mis amigos. Uganda; el mes que viene serán las Montañas Rocosas; dentro de tres meses Alaska y después Turquía. Pero el lugar es lo mismo, da igual Alaska que la sierra de Cantabria, mientras esté en la naturaleza, en la montaña, con buena gente, con algo con lo que comer y con algo con lo que taparte del frío. 

Autor: Javi Muro

 

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