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{TURISMO / VIAJES}
Una ruta de contrastes, el desierto del Sáhara
A juzgar por su definición más literal, visitar un desierto podría presentarse como una experiencia vacía de contenido más allá de kilómetros de arena bajo un intenso calor de día y frío de noche. A priori, no se presenta como un viaje repleto de sensaciones. Más allá de definiciones literales, viajar al desierto del Sáhara proporciona un paisaje a caballo entre el misterio propio de un paisaje desconocido y la magia que esconden cada uno de sus rincones.
Al este de las montañas del Alto Atlas de Marruecos, el visitante se adentra en las Gargantas del Todra, uno de los cañones rocosos más reconocidos mundialmente. De hecho, es uno de los parajes donde más ha crecido el turismo en los últimos años a pesar de que el río ofrece un paisaje típico de clima desértico. El paseo, a escasos 25 kilómetros de la ciudad de Tinghir, lleva por caminos anchos que en ocasiones ofrece acantilados de cien metros de altura a cada lado.
Del paisaje rocoso de las gargantas, el paisaje gira a verde en el Oasis de Fint, conocido como el jardín del desierto y a tan solo diez kilómetros de la ciudad de Ouarzazate, la ciudad considerada como la última puerta antes de adentrarse en el Sáhara. Una zona verde y repleta de vida que dibuja un inmenso contraste con el paisaje árido propio del anti Atlas.
Tras la frescura que emana del oasis, una de las opciones más común para ir adentrándose en el desierto, es acceder a la ciudad de Zagora. Una urbe de 30.000 habitantes construida en el límite con el Sahara. Es una de las excursiones más demandas en Marruecos para los que buscan conocer otras culturas y una buena dosis de paz absoluta y tranquilidad. Eso sí, aquéllos que no gustan del calor, que eviten viajar en los meses de verano donde las temperaturas alcanzan fácilmente los 45 grados con unos vientos de puro fuego.
Sin embargo, la corona del desierto, la joya del Sáhara, la que recibe visitantes de todo el mundo, es la pequeña ciudad de Merzouga. Desde este pequeño pueblo, a unos 30 kilómetros de la frontera con Argelia, el paisaje se torna infinito. Quizá no suene bien hablar del paisaje desértico pero el concepto cambiar radicalmente al observar la inmensidad de sus dunas, donde se pierde la vista, uno de los atardeceres más plenos o cielos estrellados a los pies de la nada.
De hecho, en las proximidades de Merzouga, se encuentra Erg Chebbi, la duna más grande todo el país marroquí con 250 metros de altitud. Cuenta la leyenda popular, que la formación de la esta duna se debe a un castigo divino a los habitantes de Merzouga. Mientras éstos celebraban una fiesta, llegaron a la ciudad, exhaustos tras su caminar por el desierto, una mujer y sus hijos. Los habitantes les prohibieron la entrada a la ciudad y les negaron auxilio. La familia murió. Ante aquella situación, una furiosa tormenta azotó a la ciudad y a sus vecinos formando la duna más alta de Marruecos y según cuentan, en ella se escuchan a mediodía gritos y lamentos que surgen de la propia duna. Es la magia del desierto./Roberto Muro
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