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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}
'Un día perfecto'
Si este fuera el mejor de los mundos posibles, seguramente podríamos decir que los percances que se suceden en la película de León de Aranoa conforman un día perfecto. Y que esa guerra en mitad de Europa, gastado ya el siglo XX, fue una conflicto comprensible, como todas las guerras. Pero si, con Voltaire, resulta que nos parece una broma pensar en este mundo como óptimo y en las guerras como altercados a los que se les puede pedir cierta coherencia, cierta honorabilidad, entonces tendremos que convenir con esta cinta que lo único que puede darnos un atisbo de realidad es la circunstancia pequeña, la anécdota, los afectos concretos y las miradas, directas, de una persona a otra. Y, entonces, huyendo de discursos grandilocuentes y pretensiones de generalización vana, aparecen las personas, y lo que las mueve, como si nos estuviésemos asomando a una mirilla, que es como un pozo, un agujero a punto de pudrirse en mitad de este continente pacífico, desarrollado, que es Europa. Y cuando nos asomamos así, con repugnancia, sintiendo el hedor de las entrañas que puede contaminarnos, e intentamos sacar a la luz la podredumbre, entonces aparecen los problemas, la insolvencia, las trabas institucionales, las rencillas personales en las que ex amantes, como distintos bandos de un ejército, se traicionan, no se comprenden, se acercan y se separan a golpe de vicisitud.
Hay momentos casi perfectos en este 'día perfecto'. Hay fundidos en el que el transcurrir circular del tiempo en la boca del pozo se confunde con el sol que se pone en las montañas intransitables, bloqueadas las pistas por vacas que llevan en sus entrañas ya no alimento ni leche, sino bombas. Hay prohibiciones a la mirada que son invitaciones al horror que ya no se podrá olvidar. Hay ternura, y humor, mujeres manipuladoras y despechadas, mujeres inteligentes e impulsivas, todavía esperanzadas en que se puede hacer algo, de alguna manera; mujeres muertas, mujeres osadas que evitan las minas siguiendo a las vacas que, todavía vivas, transitan evitándolas. Hay hombres parecidos a esas mujeres y otros, además, desarraigados, confusos, ingeniosos, tenaces, inocentes; hombres que todavía son niños y que empezarán a madurar vendiendo sus juguetes para conseguir el dinero que les permita acceder a la realidad más desgarradora, como nos pasa a todos. Y hay agua, agua hedionda en la que nos tenemos que sumergir para sobrevivir, y gotas de lluvia que caen sobre todos los personajes, que dejan de serlo para transformarse en todas las personas que nunca conoceremos pero que soportan lo insoportable, se confunden, desaparecen, creen en mentiras y se despiertan, se ríen, se preocupan y, sobretodo, siguen adelante.
Lo que no hay es maniqueísmo, superficialidad, azar o casualidad en esta película delicada y humana que, en su desarrollo, nos permite disfrutar de un metraje casi perfecto./Cecilia Español
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