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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

Un payaso necesita llorar

Nada le frustraba más que fracasar en el desempeño de su trabajo. Nadie se rio, y los aplausos finales los reconoció de compromiso. Siempre había seguido las enseñanzas de Buster para tratar de ser un buen comediante; es decir, no conformarse con hacer cosas graciosas sino conseguir que las cosas fueran graciosas. Parece lo mismo, pero no lo es. Está infinitamente lejos de ser lo mismo. Ahora tenía la sensación de no ser capaz de lograr una cosa ni la otra. Sobre la tarima gastada del improvisado escenario sacó lo mejor de sí mismo, como siempre hacía tuviera cientos de espectadores frente a él o un reducido aforo como el que acababa de dejar atrás. Algo fallaba, lo percibió desde el primer instante. El entorno era perfecto, al igual la iluminación; también la disposición envolvente del público era la acertada, pero en su cabeza un run run le alertaba del venidero colapso de risas. La mente enfurecida le ofrecía tres opciones, el desmayo, el ridículo o retomar ese lugar entre la risa y la nostalgia en que habita el payaso. Creía haber optado por la tercera, como siempre hacía, rociando al público de emociones y empatía. Era un poeta de la risa, pero nadie se rio y un día sin risas -como decía Charles- era un día perdido. 

 

Cabizbajo caminó de regreso al hogar junto al resto de artistas y feriantes que componían su troupe, su familia. Fue nada más sobrepasar las primeras caravanas y atracciones cuando le llamó la atención el silencio. Avanzó mientras observaba a uno y otro lado la ausencia. Nadie, allí no había nadie. Ni feriantes, ni artistas de circo; todos había desaparecido, habían abandonado el lugar. Recorrió el pasillo central entre puestos de tiro al pato, norias, autos de choque, y estructuras metálicas que elevaban a la gente hasta rozar las negras nubes que en aquel momento cubrían el cielo. Al fondo, creyó distinguir la figura de Fratinelli -lo que no dejó de sorprenderle ya que tenía oído que había fallecido a mitad del siglo pasado. Le esperaba sentado sobre los escalones de acceso a tren del terror. “No puedes olvidar -le dijo al encontrarse uno frente a otro- que el payaso es el más humano de los seres humanos y que quizá la clave para ser realmente libre es reír cuando puedas y llorar cuando lo necesites. Lo he escuchado en algún sitio, no sé muy bien dónde”. Dudaba de la conveniencia de hablar a alquién que sabía a ciencia cierta que no era real, así que dejó pasar los segundos. Su silencio se sumó al del entorno y alcanzó ese grado en que resulta ensordecedor. “Tus compañeros, tu familia regresarán -alentó Fratinelli-, tan sólo te han dejado espacio para que llores tanto como necesites y después, vuelvas a hacerles reír, como siempre”. Giró la mirada en busca de la presencia de alguno de los feriantes junto a sus atracciones y al retornar a la posición de frente -como siempre ocurre en estos casos- Fratinelli se había volatilizado. Ocupó el escalón abandonado por el mítico payaso y lloró./Javi Muro 

 

*Fotografías: Javi Muro.



Autor: Javier Muro

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