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{ENTREVISTAS}
Un juego de sugerencias
Carmen Tejada y Amaia Hodge publican 'Dos mil palabras. Trece fotos'
Amaia y Carmen cuentan historias. A veces es la misma desde una perspectiva diferente, en ocasiones resulta otra diferente aunque miren en la misma dirección. Ese es, precisamente, el atractivo del juego que Carmen Tejada y Amaia Hodge iniciaron allá por los primeros meses del año pasado. Sobre una fotografía de Amaia, Carmen escribía un micro relato y viceversa un mes después, tras leer el relato de Carmen, Amaia cogía su cámara y salía a la calle en busca de la inspiración. De ese desafío ha surgido ‘Dos mil palabras. Trece fotos’, el libro de foto relatos qué recoge los doce meses de intercambio de sugerencias entre Carmen y Amaia y que ha sido editado por Siníndice.
Amaia recuerda que el proyecto comenzó como un blog a principios de 2013. “Quería iniciar un proyecto fotográfico, pero no tenía muy claro el qué”. La primera idea que le vino a la cabeza fue realizar una foto diaria, “pero veía que era un poco obligarme a tomar un fotografía por día, por ejemplo, de 365 amaneceres, momentos de los que suelo hacer fotos, pero no me sentía capaz de mantener la exigencia que suponía ese ritmo”.
Amaia Hodge apunta que “la fotografía es para mí una afición y no quería estar obligada cada día a tener que fotografiar algo”. La fotógrafa recuerda que comentó las ideas que le rondaban en las redes sociales y entonces apareció Carmen. “Me propuso escribir unos relatos sobre mis fotos. Ahí empezó a fraguarse ‘Dos mil palabras, trece fotos’”.
Carmen Tejada recuerda que hace un tiempo había visto el libro de fotografías de Amaia ‘Souvenir’. “Me gustaba mucho –describe-, sus fotos me decían cosas y me apetecía escribir sobre lo que contaban esas imágenes. De ahí surgió mi propuesta. Le comenté la posibilidad de que cada mes Amaia hiciera una foto y yo escribía el micro relato. Amia fotografiaba el momento que le hubiera llamado la atención de cada mes y yo escribía sobre lo que me sugería la imagen”.
De esa propuesta inicial surgió el juego que al final ha conformado el libro, ya que Amaia subió la apuesta. “Sí –recuerda la escritora-, propuso que ella sacaría también fotos sobre lo que le sugirieran mis relatos. Así, cada mes iniciaba el juego una de nosotras; un mes la fotografía era lo primero y, al siguiente, el relato iniciaba la sugerencia”.
Así, a lo largo de todo un año, los meses impares Amaia realizaba una fotografía y se la enviaba a Carmen y ella a partir de esa imagen escribía el relato. Los pares, a la inversa, Carmen escribía el relato y Amaia, tras leerlo, salía a la calle en busca de la imagen que le había inspirado la lectura.
“La verdad es que surgió al principio como un juego”; afirman casi al unísono y entre risas ambas. Escritora y fotógrafa muestran una enorme complicidad. No hay duda de que han disfrutado –y siguen haciéndolo- de la experiencia que ha desencadenado ‘Dos mil palabras. Trece fotos’. Una alianza creativa que se sustenta, además, en estilos y disciplinas diferentes.
Cada mes, la responsable de iniciar la partida trataba de enviar la imagen o el micro relato –lo que tocara- en los primeros quince días con el fin de que hubiera tiempo suficiente de realizar la segunda parte del juego.
“Se han dado situaciones muy divertidas y muy sorprendentes –dice Amaia-, pasaba, por ejemplo, que ella escribía un texto e imaginaba qué fotografía podía realizar yo, pero luego la imagen que le enviaba era totalmente diferente a la que ella había pensado”.
Quizá por eso, “el resultado -explica Carmen-, es muy enriquecedor; ya que como escritora visualizo mucho las escenas e imagino la posible foto que va a hacer Amaia, pero luego me sorprende. ¡Madre mía! que si me sorprede”.
No hay cebos o punto de enganche en sus envíos. “No, no, -niegan al mismo tiempo- porque lo que nos gusta de esta propuesta es comprobar después qué es lo que le ha sugerido el texto o la imagen a la otra persona”.
Carmen Tejada reconoce que le gusta mucho lo que transmiten las fotos de Amaia. “Esa conexión provoca que quiera ver también lo que le transmiten mis textos a ella”. Aun así, asegura la escritora que también “hay meses que te cuestan más. Por ejemplo septiembre me costó muchísimo… mira que foto me envió (abre el libro y la muestra) Me dije ¿Qué hago con esto?”
Amaia se explica: “En septiembre, como eran los ‘sanmateos’, vi el cartel cerca de mi casa de ‘Chamizos no’ y me dije que esa era la foto. En junio, también habíamos hablado de las fiestas de San Bernabé. Cuando me toca a mí comenzar con la fotografía trato de que la imagen tenga algo que ver con el mes que corresponde…. Aunque luego Carmen, con los textos, tirara por por el camino que le sugiere la imagen, por la vía que le inspira”.
Carmen reitera su sorpresa al tener que abordar septiembre. “Claro, al recibir la foto lo primero que piensas es qué hago con esto…?". Amaia se ríe y recuerda que “cuando veía que el texto no llegaba le mandaba correos con el mensaje ‘tic toc, tic toc, que se acaba el mes...’”.
Treinta días después, la situación se repitió en sentido contrario. “Sí, es verdad –indica Carmen-, con el mes de octubre sucedió al revés, la foto no llegaba… había escrito un texto sobre una historia de estilo detectivesco, novela negra”. Amaia recuerda que se repetía a sí misma: “¿Dónde encuentro un charco de sangre?”.
Carmen alaba las fotografías de Amia: “Dice que dispara y ya está, pero creo que las fotografías de Amaia tienen algo, pone toda su emoción, tiene un estilo a través de esas fotografías urbanas que cuenta historias, son imágenes que me dicen cosas”.
Por su parte Amaia no se queda atrás a la hora de reconocer el trabajo de Carmen. “A mí los textos de Mamen me gustan porque son muy ricos pero a la vez muy fáciles de leer. Por mi trabajo estoy todo el día leyendo cosas o con números y lo que no me gusta es llegar por la noche a casa y tener que leer un texto complicado. Me gustan los textos ricos, pero sencillos de lectura, por eso me atraían los relatos de Mamen y por eso también decidí aceptar su propuesta para trabajar juntas”.
Amaia Hodge asegura que llegó a la fotografía por una cuestión de memoria. “Bueno, digamos que necesito la fotografía por falta de memoria. Hago muchas fotografías de viajes. En ese momento, durante el viaje, te acuerdas de todo lo que has visto, pero luego pasado el tiempo… así que la fotografía empezó siendo una manera de recordarlo todo, todo lo que había vivido en cada viaje. Ahora es mucho más. Ahora hago fotografía urbana, callejera, fotografía de lo que voy viendo por la calle, de lo que me llama la atención, me paro y lo fotografío”. La cámara fotográfica le acompaña en muchas ocasiones. “No siempre –reconoce-, pero al menos el móvil sí. Por ejemplo, del libro ‘Dos mi palabras. Trece fotos’ todas las fotografías, salvo las dos primeras, está hechas con el móvil”.
Carmen recuerda que presentaron por vez primera el proyecto en Artefacto. “A Diego le gustó y nos apoyó –Diego es Diego Iturriaga, responsable de la editorial Siníndice-, creo que le pareció original; ya había editado un libro mío de relatos y decidió apoyarnos también con este proyecto”. También, apunta aún con sorpresa, que aquel día Amaia señaló que muchas de las fotografías que aparecen en el libro están realizadas camino del trabajo.
“Si es mi recorrido habitual –describe la fotógrafa- y voy observando las cosas que me llaman la atención. Me gusta mucho la fotografía que representa lo que ocurría en ese lugar y en ese momento. Es diferente lo que sucede a las ocho de la mañana que lo que ocurre a las ocho o a las seis de la tarde. Me gusta que las imágenes capten esos momentos”.
Carmen Tejada apunta el equilibrio que define el libro. “Desde el principio queríamos que imagen y texto tuvieran la misma importancia en el libro”. Además, reitera, “lo positivo es que nos hemos ido conociendo más y lo hemos pasado muy bien. Ha surgido una gran creatividad conjunta y a la que de hecho estamos dando continuidad”.
Carmen escribe desde los ocho años. “Me encantaba leer desde péqueña, me daban un libro y me queda leyendo y ya no había nada más para mí. Empecé a escribir muy jovencita, gané algún premio en el colegio, en el instituto… Luego paré cuando comencé con la universidad, la carrera y el trabajo. Y ahora he vuelto a sacar tiempo y trato de asistir a talleres literarios y a volver a escribir. He tenido premios en De Buena Fuente, la Universidad Popular y luego la revista Fábula me ha tratado muy bien y ha publicado relatos míos.Hace un tiempo saqué mi primer libro de relatos, que me publicó Diego… y ahora ‘Dos mi palabras. Trece fotos’”.
Un libro, ‘Dos mil palabras. Trece fotos’, que ya tiene continuidad en el blog que dio origen al proyecto en 2013 con los primeros fotorelatos del presente año. “Esta vez –cuenta Amaia- los vamos a hacer por estaciones. He hecho dos fotos y se las mandé; y ella escribió dos textos y me los envío”.
Carmen sigue escribiendo relatos. “Lo que pasa –dice- es que soy una escritora un poco lenta. Corrijo mucho. Escribo tratando de no censurarme, pero luego, a la hora de corregir soy muy meticulosa. Dejo el texto en un cajón, lo retomo, lo vuelvo a corregir”. La fotógrafa interviene para remarcar que “la escritura de Mamen es muy sencilla, pero porque está muy pulida, por eso es sencilla de leer”.
“ Yo soy al revés –se ríe Amaia-, hago las fotos y las que me gustan las edito, pero las edito dos segundos y fuera. No elimino elementos que aparecen en las fotos. No me gusta eliminar un andamio si estaba ahí cuando tomé la foto”.
Las influencias literarias de Carmen Tejada, las lecturas con las que disfruta, se encuentran en la literatura norteamericana. “Me gustan los relatos. Me gusta Raymond Carver,; también los latinoamericanos. También escritores españoles porque creo que el relato y el cuento están en un magnífico momento. Me gustan Ignacio Ferrando, Ángel Zapata, Rubén Abellá, los tres son increíbles”. Amaia Hodge, por su parte, apunta a Chema Madoz y a la escuela de Düsseldorf, “realizan una fotografía industrial muy real. Lo que ves es lo que hay”.
En su complicidad, ambas son muy diferentes. Carmen asegura que Amia le da mucha vida, “me contagia energía”; mientras Amaia destaca que Carmen le da paz. Juntas enlazan palabras e imágenes./Javi Muro
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